No hubo una sino dos revoluciones rusas. Las dos, eso sí, el mismo año:
1917. La primera de ellas tuvo lugar en el mes de febrero y provocó,
entre otras cosas, la caída del zar Nicolás II, obligado a abdicar tras
los violentos tumultos que tuvieron lugar en Petrogrado (hoy San
Petersburgo). Esta revolución del mes de febrero puso fin al Imperio y
trajo consigo el retorno del exilado más famoso de Rusia: Vladimir
Lenin, que es quien capitanearía el segundo espasmo revolucionario que
sufrió el país en apenas unos meses. Octubre, en definitiva, no sería
comprensible sin febrero.