“Auto-Demolición” De La Iglesia
El extraño Nacimiento del Vaticano: preguntas sin respuesta
Tanto el árbol de Navidad como el
Nacimiento erguidos en la Plaza de San Pedro, el centro de la
Cristiandad, para la Navidad 2017, causaron desde extrañeza hasta
indignación a muchos eclesiásticos, religiosos y simples fieles, y la
controversia está lejos de haber cesado.
El árbol de Navidad no tiene ningún
adorno que represente símbolos católicos. En cambio, porta símbolos
profanos y hasta anticristianos, por ejemplo del yin yang oriental, que
representa una filosofía dualista de negación de verdades absolutas y de
complementaridad entre el bien y el mal.
La extrañeza se convierte en
desconcierto y rechazo cuando el espectador pasa frente al Nacimiento
montado en la misma Plaza. En un artículo sugestivamente titulado Vaticano sin paz. Dinero, sexo y pesebre LGBT , el reputado vaticanista Sandro Magister describe el chocante montaje: “No
están ni el buey ni el asno, ni las ovejas, ni los pastores.
Jesús,
José y María se notan cansados, sobre el fondo de una cúpula de San
Pedro en ruinas. Es un pesebre sin gracia y sin poesía, cuya intención
es más bien representar una por una las siete obras corporales de
misericordia”.
Por detrás de esa pretendida alegoría se
deja ver una intención. La obsesión por el nudismo parece marcar la
obra. El Niño aparece desnudo, contradiciendo el Evangelio de San Lucas,
que relata que “María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre”(Lc. 2, 7), así como que un Ángel dijo a los pastores: “Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc. 2, 12).
Aparece además un adulto, completamente
desnudo, supuesto “pobre”, pero bien nutrido y con una envidiable
musculatura de Adonis recién salido del gimnasio.
Hay incluso el entierro de un cadáver
del que se deja ver un brazo caído… ¡en una representación de la
Natividad! Todo supera récords de mal gusto.
Al lado izquierdo del pesebre hay una
copia de un ícono de la Virgen de la Candelaria, algo completamente
inusual. Pues si la Madre de Dios ya está junto al pesebre ¿para qué
añadir un ícono que la represente?
Sandro Magister lo explica: El pesebre,
aprobado por el Papa Francisco y su Secretario de Estado, cardenal
Pietro Parolin, fue encargado por la Abadía de Montevergine, cerca de
Nápoles, donde se venera el ícono original de esa Virgen de la
Candelaria.
Sucede que dicha imagen —explica Magister— es objeto de una romería festiva todos los años, hecha por grupos LGBT y llamada “’la juta dei femminielli’, la subida de los afeminados“. Por eso Antonello Sanino, líder de los homosexuales de Nápoles, declaró que “la presencia de este pesebre en el Vaticano es para nosotros motivo para estar más felices que nunca”.
Para los grupos LGBT, agregó, esa romería es una “mezcla de sagrado y profano”, como un “ancestral orgullo homosexual”(alusión
a las marchas de ese nombre), o sea, una celebración neopagana. De la
realizada en 2017 participó una conocida transexual y militante
comunista, que se hace llamar “Vladimir Lujuria”. Y la intención de los
grupos LGBT que la promueven es obtener, dice Sanino, una “apertura real” de
la Iglesia hacia la sodomía. La presencia del ícono de la Candelaria en
el pesebre vaticano no es una manifestación de devoción a la Virgen,
sino un símbolo de esa intención.
No
puede imaginarse una burla mayor, una ofensa más chocante a todo lo que
significa la Navidad como inocencia y pureza personificadas en el Niño
Jesús, en María y José, que este pesebre desvirtuado, de mal disimulada
connotación homosexual, que adultera por completo el sentido de la
Navidad.
En los años 70’, teólogos de la
liberación y congéneres como los “Sacerdotes para el Socialismo”,
“Sacerdotes del Tercer Mundo”, etc., se complacían en montar pesebres
con efigies del Che Guevara, Fidel Castro, Camilo Torres, Salvador
Allende o Mao Tsé-tung, emblemas del anticapitalismo, para asociar el
nacimiento de Jesucristo al de la revolución.
Hoy, la ofensiva homosexual ha tomado el
lugar del comunismo como vanguardia revolucionaria, apuntando ahora a
la demolición de la familia. Y nuevamente aparecen en pesebres
navideños, figuras y escenas representativas de esta nueva revolución.
¡Incluso en la propia Plaza de San Pedro!
Y las preguntas que quedan sin respuesta
son: ¿cómo pudo este mamarracho recibir aprobación papal? ¿Qué está
pasando en la Iglesia? ¿Y hasta dónde podrá llegar el “proceso de
auto-demolición” eclesiástica, denunciado hace ya cuatro décadas por
Pablo VI?
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