miércoles, 21 de marzo de 2018

CABILDO Nº24-2002-MIRANDO PASAR LOS HECHOS-por Víctor Eduardo ORDÓÑEZ-LA POLITICA TRIVIAL

 Publicado por Revista Cabildo Nº24
Mes Junio/Julio 2002-3era.Época
 MIRANDO PASAR LOS HECHOS
 por Víctor Eduardo ORDÓÑEZ
 LA POLITICA TRIVIAL
 
DOS AVENTUREROS ESPERPÉNTICOS
LOS espantosos candidatos -Carlos Menem y Patricia Bulrich- viajaron a la metrópoli precisamente para legalizar sus candidaturas a virreyes (presidentes) en la Argentina. Sus supuestos programas no son sino la codificación de las instrucciones y conveniencias de Estados Unidos. La desfachatez de ambos es tan patente como patética y habrá que remitirse a episodios como el discurso del diplomático que en Londres proclamó a la Argentina como una perla de la corona británica. Parece mentira que lejos de dejar atrás esas miserias patógenas de nuestro ordenamiento cultural y psicológico, recaigamos en cuanto podemos. De cualquier manera, el hecho que este par de aventureros esperpénticos se propongan como renovadores de la clase partidocrática que integran, es demostrativo de la decadencia del país y, al mismo tiempo, señala el abismo espantoso que se abre a nuestros pies. Son como símbolos de lo peor.

EL PAPELÓN DE ALFONSÍN
Lo de Alfonsín y su papelito es un paso de comedia que los describe a él y a su estamento tal como son y como funcionan. Uno se puede indignar pero no sorprender porque estas maniobras forman parte de la panoplia partidocrática que nos viene degollando desde hace casi 20 años. Los políticos no piensan sino en ellos, en sus amigos y, en especial, en sus enemigos. Nada más lejos de su preocupación que el bien común ¿Cómo nombrar a alguien por sus méritos sino por sus fidelidades, según las leyes del juego aceptadas por la democracia?
 Descubierto como un chico en falta, el ex presidente y hasta hace poco aliado de De la Rúa (¿se acuerdan de él?) y más recientemente de Duhalde. balbuceó, entre cínico y bromista, alguna respuesta ininteligible que nadie creyó. El jefe radical, hace rato en su atardecer agónico, no supo retirarse a tiempo (la oportunidad se dio cuando debió huir de la hiperinflación que se desató con la complicidad del entonces operador menemista DominDomingo Cavallo) y hoy arrastra, como una figura discepoliana, su picaresca anacrónica y egoísta. Un final así es más ridículo que triste y, aunque demorado, no deja de ser útil para el país.

UN SÍMBOLO MALÉFICO
Fue un símbolo exacto y trágico. La inauguración de la temporada en el Colón este 25 de mayo estuvo a cargo de Charly García quien aprovechó la oportunidad para tocar y hacer entonar su blasfema versión del Himno Nacional. No cabe duda que este plebeyismo procaz no es casual ni incausado. Hay detrás una voluntad expresa aunque disimulada de arrastrar al país a las honduras de lo vicioso, de lo mediore, de lo tosco. Es el destino que, impuesto por el Nuevo Orden Mundial, resulta aceptado, conciente o inconcientemente, por las dirigencias y burocracias locales. Se trata de un proceso complejo muy propio de los tiempos modernos que han renunciado -por confusos contenidos internos pero bien característicos de esta época de destrucción y de autodestrucción- a la belleza y ala excelsitud, a la dignidad, a lo bueno y a lo honorable. Cualquier alcornoque, cualquier aventurero es llamado para ocupar sin méritos los lugares que la sociedad reservaba a los mejores; feroz igualación por lo bajo, por lo peor que no puede sino terminar en la pérdida de los valores y en un cierto rubor por intentar alcanzarlos. Es decir con la pérdida o la renuncia a lo mejor y su búsqueda. Una sociedad, como la nuestra, herida por la decadencia no puede permitirse estos deslizamientos hacia la vulgaridad y el facilismo, no puede tolerarse la renuncia a lo superior cuando aun es posible, no puede admitirse este camino hacia el olvido y el desprecio de lo que es bueno y bello. Está claro que episodios como éste -y otros muchos- son propios de la izquierda que es incapaz de distinguir lo valioso de lo disvalioso y que siente un innato rechazo por la virtud y el mérito. Por eso el ridículo Lopérfido -que fue, nada menos, que Secretario de Cultura de la nación con De la Rúa- hizo lo único que sabía hacer, lanzar un interminable vómito de rock sobre la apabullada ciudad de Buenos aires haciéndole creer a su gente que eso era cultura. Hoy cualquier cosa es cultura, desde los estertores de la cumbia villera hasta la pornografía de la TV, desde la transgresión en el teatro hasta las carnestolendas semibáquicas que se están poniendo de moda. Una nación no puede resistir tanta decadencia, no puede conformarse con convivir con un desplome de sus jerarquías sin finalizar en el desencuentro y en la disolución. Fue un símbolo maléfico y significativo de todo lo que perdimos y de todo lo que estamos dispuestos a perder. No fue sólo el triunfo del mal gusto, sino el de la Argentina perversa que amenza con su retorno como una maldición insuperable.

EL DESCHÁVEZ
La OEA, habitualmente tan solícita a las pretensiones de Estados Unidos, por una vez se rebeló negándose a condenar a Chávez acusado, nada menos, que de no haber avanzado lo suficiente en el proceso de reconciliación de los venezolanos. Lo interesante y sugestivo no es tanto este gesto de resistencia a la prepotencia norteamericana -de por sí un absurdo desde todo punto de vista- como la visualización de hasta dónde piensa llegar Washington porque semejante proposición forma parte de una política exterior imperialista y avasallante que busca, por así decirlo, su apoyatura jurídica mediante declaraciones como ésta. Estados Unidos, mediante la OEA o de cualquier otro organismo que se le ocurra inventar, demostró su decisión de imponer su escala de valores y, lo que es peor, su jurisdicción para determinar en cada caso si un gobierno actúa bien o mal a su criterio; con lo que ejerce un poder que no aplica a los propios Estados de la federación de la que es capital. Semejante atrevimiento alarma no porque sea grosera sino por que es desembozada y, en especial, porque marca la tendencia y la voluntad nacional que ha tomado nuevo y feroz impulso con la llegada de la familia Bush empeñada, en medio de sus escándalos de todo tipo -desde parentales hasta electorales- en instalar un imperio formal luego de asegurado el informal.

MUÑECOS
La clase política argentina, incapaz de renovarse -aliada y servidora de la tecnocracia como es-ha optado por reiterarse cambiando sólo y apenas los nombres. Así hizo con la Fernández Meijide inventando a la Carrió después de la extinción de la estrella fugaz de las Madres. Luego de la autodisolución del FREPASO dio un paso más y sacó a las calles a los molestos piqueteros que fastidian aunque con menos pretensiones intelectuales. Ahora saca a López Murphy atenta la desaparición abrupta pero previsible y deseable de Domingo Cavallo. Para que no quepa duda que el suplente proviene de los mismos intereses lanzó su candidatura en la propia Fundación Mediterránea, la que supo emplear y prohijar al sustituido ex ministro Cavallo, insoportablemente inútil en prisión. Y para que aun quedaran menos dudas sobre lo que se propone y de dónde proviene, integró su público con dos muñecos de Menem, Bauza y Kohan con lo que se prueba de sobra que sólo se trata de un enroque, es decir de una maniobra que si fuéramos filósofos denominaríamos nominalista. Idéntico programa, idéntico mesianismo, idéntica ortodoxia: y, así lo tememos, igual ineptitud y los mismos resultados catastróficos. Porque ¿es que las mismas ideas y los mismos hombres, aunque con distintos apellidos, no producirán los mismos fracasos y dolores? •