miércoles, 21 de marzo de 2018

CABILDO EDITORIAL Nº 17- EDITORIAL:ENTRE TRES FUEGOS

Publicado por Revista Cabildo Nº17
Mes de Julio 2001-3era.Época

EDITORIAL
Publicaddo por Revista Cabildo Nº 17
Mes de Julio de 2001-3era.Época

entre tres fuegos  

Aislados y esporádicos al principio, y res­puestas naturales e instintivas aí agobio social, los piquetes han terminado por oficia­lizarse, reconociéndoselos prácticamente como una institución con derecho propio, delegados gremiales e interlocutores válidos ante las autoridades en cuyas jurisdicciones consuman sus pro­testas. Va de suyo que nadie discute ni convalida la re­alidad mortificante y la injustísima situación que los origina, pero sólo un obtuso o un cómplice del caos podrá legitimar el vandalismo organizado que suscitan, la gimnasia revolucionaria que practican, y la evidente capitalización que la violencia marxista ha hecho de ellos. No un trascendido o un-rumor transeúnte, sino un par de altos funcionarios oficiales, han salido a de­cir al respecto, en más de una ocasión reciente, que la guerrilla estaba nuevamente en operaciones. Dato este último que parece confirmar ostensiblemente, el tropel de agresores encapuchados, que se moviliza aquí y acullá, indisimulada e impunemente, en adhesión a es­tas nuevas formas de descontento. Causa eficiente de tamaño mal, el Gobierno reacciona del peor modo po­sible: aumentando hasta el paroxismo las condiciones de inequidad colectiva, manteniendo en sus cargos a los ideólogos y ex convictos del partisanismo rojo que "piqueteó" en los 70, y prefiriendo asistir a la consu­mación del delito -y de la delincuencia común que conlleva- antes que dar la orden de una represión pro­porcionada y preventiva. He aquí el primer fuego que hoy quema e incendia a la Argentina.
Pero hay un segundo y no es menos devorador ni dañino. En una nación como la nuestra-de arraigados sentires caudillistas, vestigios a la vez de un orden na­tural que otrora señoreara- ha llegado la ciudadanía en su conjunto a la certeza absoluta de que el presidente es un inepto redondo, un incapaz categórico, un perso­naje alelado que supera a su propia caricatura, un su-jejto paródico y parodiable hasta el espanto, un opa de aquellos que estigmatizaran los cuentos campesinos, ito de capirote, si dejáramos hablar a los abuelos. Conceptos todos que el imputado no parece estar en condiciones de desmentir, ni menos de desmerecer; y que agrava toda vez que demuestra que para hacerle penetrar alguna chanza, se precisa una cerebral inter­vención quirúrgica, como diría el malévolo Sidney nith. Difícil entonces no hacer sátiras, se defendería luenal. Pero he aquí que las mismas han terminado por erosionar el minúsculo resto de autoridad que fin--.riéndose -ya sin retorno- en una acefalía aguda,

patética, desoladora, que en nada contribuye a pilote­ar la tormenta por su inutilidad desatada.

Trátase el tercer fuego de un procaz infierno que arredraría los pinceles del mismísimo Bosco. Es el in­fierno del liberalismo desatado, constituido en esta ti­ranía de los mercados, en el totalitarismo de la usu­ra, en la autocracia de los banqueros, en la opresión indignante y mil veces maldita del Imperialismo In­ternacional del Dinero, a cuyo servicio acaban de po­nerse todos, una vez más, mediante el llamado "Pac­to de la Independencia", que no lo es sino de nuestra mayor claudicación y escarnio. Absolutismo de los acreedores sin patria, expoliación de los financistas sin Dios, latrocinio y abuso de los prestamistas sin moral ni pudicia. Pero ninguna de sus culpas enor­mes -por cuyo resarcimiento otrora, se hubiera bata­llado el buen combate- llega a igualar las de los sir­vientes nativos, que a modo de empleados dóciles y bien remunerados de la Banca Mundial, mercan con la sangre del pobre, como bien diría León Bloy, con tal de cumplir a tiempo los requisitos inflexibles que los amos imponen. El castellano contiene para nom­brarlos una expresión sonora e irreemplazable que alude a quienes son engendrados por prostitutas. Puede llamárselos así a los gritos por los despachos de los organismos gubernamentales, y se darán vuel­ta para saludar, canallescamente gozosos de sus ren­tadas traiciones.

El primer fuego se apaga con el agua del Orden So­cial, que es la concorde disposición de las partes en aras del Bien Común. Orden que la justicia vigila, que la equidad corona, que la misericordia pule y la cari­dad perfecciona. El segundo fuego se apaga con el agua de la Autoridad; que es sacrificio y servicio, serie­dad y potestad hidalgamente ejercidas; donación de sí sin reservas para el rescate y elevación del prójimo. El tercer fuego, reclama el agua balsámica de la Sobera­nía, del señorío sobre el patrimonio físico y espiritual de la nación invadida, del coraje de expulsar a los mer­caderes y deshacerse de los crápulas.

Pero todas estas aguas requieren a su vez ser extraí­das del agua salvífica del Jordán, del pozo purificador donde un día, se manifestó la majestad inefable del Dios Trinitario. La restitución de esta tierra nuestra a la cató­lica pila baustismal de sus orígenes, cuando regían Cau­dillos, lidiaban Guerreros, predicaban Santos y todos a una cincelaban la grandeza de la patria cristiana. •

Antonio caponnetto