La doctrina de la Realeza de Jesucristo es muy clara. El Señor no debe
limitarse a un reino espiritual o celeste, por importante que sea, sino
que debe imperar sobre las inteligencias, los corazones, las voluntades y
sobre las sociedades y sus instituciones.
Por eso el significado del gran lema de San Pío X: todo debe ser
restaurado en Cristo.
Hay una recta posición conceptual al respecto, tanto más necesaria de
conocerse hoy, cuanto más se la niega.
Pero hay además, unos hechos y personajes históricos que prueban que la
lucha por la Reyecía de Cristo es posible, necesaria, justa e
impostergable.
De presentar esa doctrina, esos hechos y esos hombres ejemplares,
queremos ocuparnos.